En el discurso
inaugural, el presidente John F. Kennedy, pronunció estas célebres palabras: “No preguntes que puede hacer tu país por ti,
sino que puedes hacer tu por tu país.” Soy una convencida de que este principio
se puede aplicar a casi cualquier actividad del quehacer humano. A la familia,
a la escuela, al trabajo y porque no, a Lima. Sí, a nuestra ciudad capital, por la que hacemos
muy poco aparte de criticar las funciones de todos sus alcaldes. Hay muchas cosas
en las que podríamos contribuir en lugar de quejarnos: sembrar nuestro jardín,
limpiar nuestra vereda, respetar las áreas de estacionamiento y los parques,
etc. Hacer de nuestro barrio un lugar más habitable, sin necesidad de recurrir
a la autoridad edil, no porque no tenga el deber de asistirnos, sino que a
veces terminaríamos esperando en vano.
Como
profesora de historia, tengo mis teorías acerca de las razones atávicas que nos
tienen esperando siempre a que una autoridad, no siempre muy apta, venga a
solucionarnos el problema de la basura, la luz o el agua. Creo que debemos
culpar a los primeros colonizadores, los sacerdotes que crearon las reducciones
de indios. En donde lo único que debían hacer era trabajar, pagar impuestos y obedecer, la
iglesia se encargaba de lo demás, sea bien, mal o regular; era a ellos a
quienes se le debía reclamar si faltaba algo y si no lo cumplían, pues se
quedaba sin hacer y punto. Esos tiempos, gracias a Dios ya pasaron, ya no
vivimos en reducciones o en parroquias, somos ciudadanos libres con deberes y
derechos. Y nuestro principal deber, debiera ser, mejorar nuestra forma de
vivir y ser felices. En ambos casos tomemos nuestro futuro en nuestras manos y
no esperemos que la autoridad venga a arreglarnos la entrada de la casa.
En Asesoria Educativa somos conscientes que estos principios deben ser inculcados en
nuestros alumnos y que se necesita hacerlos partícipes de un cambio de actitud
con respecto a lo que debemos esperar de nuestras autoridades, sean estas
municipales, regionales o nacionales. Los pueblos se crearon primero, las
autoridades vinieron después y deben servir para gerenciar lo que nosotros,
como contribuyentes, deseamos que se haga en nuestros respectivos lugares. Pero
estas necesidades insatisfechas deben convertirse en contribuciones al bien común
y no a nuestros propios intereses. Los profesores y alumnos de Asesoria
Educativa son conscientes que la única manera
de obtener algo en la vida es trabajando con ahínco y ahí está el secreto de la
felicidad y la tranquilidad.
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